Hoy presumo del retiro espiritual que hemos compartido Damián y yo los últimos dos días. Hemos estado dos días enteros retirados del mundo civilizado, en una casita en el fondo de un barranco, sin teléfono, sin tele, sin internet, sin gente, sin ruidos de coches, ni música, ni gritos, ni la campanita del dichoso trenecito de turistas que pasa por nuestra calle cada 45 minutos...
Este personaje vigilaba nuestro sueño:
Y este otro lo perturbó dándonos un susto de muerte al tirarse sobre nuestra cama de madrugada, después de haberse colado por la ventana:
A pesar de todo, el sueño fue profundo y reparador.
Hicimos una visita a los burros de la finca:
Nos bañamos en agua he-la-da sin cloro ni sal y tomamos el sol junto a los restos del temazcal del mes pasado:
Sé que algunos de mis lectores suelen esperar "pruebas" de "asuntos didácticos", así que os dejo la foto de una "clase de mates" en la que repasábamos la secuencia numérica:
Y, por último, algunas fotos sólo para presumir:
*Sé que debo algunos mails, prometo ponerme al día a lo largo de esta semana
1 comentario:
Qué lindo sitio, y que linda experiencia! supongo (y envidio) que el ser sólo los dos, tu hijo y yo, es una ventaja que permite llegar a compartir tanta paz!
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